lunes, 28 de enero de 2013

SÍGUE MI BLOG

Hola a todos, os agradezco la visita a mi blog, a partir de ahora cada semana tendréis un nuevo capítulo. Os espero.

viernes, 18 de febrero de 2011

CAPÍTULO V - LA PRIMERA TELEVISIÓN


Cuando el médico aconsejó que debía de hacer reposo mis padres se preguntaron: ¿como conseguir que una de las líderes de la calle de 4 años, que corría como un galgo sin parar en todo el día se pudiera estar quieta descansando? pronto llegó la solución ¡compremos una televisión! dijo mi padre ¿pero sabes lo caras que son? no nos lo podemos permitir (replicó mi madre), mi padre no conforme con la réplica  encontró la solución, ¡iremos a Samper! (Samper era la tienda de barrio donde se vendía de todo y los vecinos pagaban en pequeños plazos todo aquello que de otra forma habría sido imposible de conseguir) la tienda estaba situada al final de la calle en la plaza, haciendo esquina, con una luz tenue que la convertía en una tienda sombría, mi padre se apresuro a visitarla y no tardó en aparecer cargado con la televisión, con una satisfacción tan grande que emanaba su felicidad por donde pasaba, ¡por fin podría conseguir que su niña se recuperase!. Aquella televisión en blanco y negro supuso todo un cambio en nuestra vida ya que además de conseguir su objetivo, se convirtió en toda una expectación por parte de los vecinos que al enterarse de la compra exclamaron ¡el pintor ha comprado una televisión!  y uno tras otro fueron pasando para comprobar con sus ojos que aquella caja cuadrada con pantalla de cristal les permitía ver cosas que hasta ese día nunca pudieron imaginar, había películas y noticias, algo que anteriormente tan solo podía llegar a ellos por medio de la radio, aquello nos convirtió en el centro de atención de toda la calle y en la noche, al terminar de trabajar, sacábamos la televisión en una mesa con ruedas a la entrada de la casa donde nos esperaban todos los vecinos, que preparados con sus sillas esperaban ansiosos por descubrir con sus propios ojos ese gran invento que había llegado "LA TELEVISIÓN"

CAPÍTULO IV - JUEGOS DE NIÑOS

Conforme crecía iba convirtiéndome junto con mi hermana en las líderes de la calle, nuestros amigos venían a nuestra casa a buscarnos y hasta que no salíamos ninguno de ellos se animaba a jugar, jugábamos a la teya, a tu la llevas, a pillar, a la cuerda, a churro media manga, a indios y vaqueros y a descubrir rincones en las obras cercanas que desprotegidas totalmente nos daban la opción de convertirlas en nuestro castillo medieval o en el hospital de la zona donde poder desarrollar nuestra imaginación y convertirnos por unos instantes en los mejores médicos y enfermeras o en la princesa apresada en su castillo cuyo príncipe montado en su corcel venía a rescatarla de su cautiverio, en uno de esos días recorriendo la obra jugando en medio de montones de escombros se encontraba una viga descarnada dejando al descubierto uno de sus hierros del forjado, mi amiga Puri sujetó el hierro con sus manos y  haciendo palanca  me llamó y me dijo "mira, mira" en ese momento que me agachaba para observar lo que me indicaba soltó el hierro golpeándome con una fuerza brutal en plena cara, no había cumplido los 4 años y aquel accidente fue el comienzo de un duro peregrinaje de médicos y especialistas que marcaría totalmente mi vida.

CAPÍTULO III - LLEGÓ LA CIGÜEÑA

La abuela Salvadora fue la primera en cogerme entre sus brazos (todos los allí presentes querían ser los primeros en hacerlo) y con el cariño que ello le suponía le comentó a mi madre que tendida en la cama intentaba reponerse del esfuerzo que le había supuesto el parto, ¿has visto que bonita que es? pero mamá si mas fea no puede ser, mira la cabeza como la tiene y que negra que está si no fuese porque la he tenido en casa diría que me la han cambiado ¡si parece china!, -en ese momento la abuela se acercó a mi hermana que alejada de la expectación que producía mi nacimiento se encontraba apoyada en la pared del patio, en breve iba a cumplir 4 años y pasaba de ser hija única a tener una hermanita-, mira a tu hermanita que pequeñita que es ¿le quieres dar un beso?,-al notar su falta de entusiasmo se acercó a su oído y le dijo: a ti te querremos siempre 4 años más que a ella, mi hermana cambió su gesto cambiando su expresión por la de satisfacción y aprobación, acababa de empezar a tener el cariño de mi hermana.

CAPÍTULO II - AL CAER LA NOCHE

Una simple bombilla situada en cada esquina era toda la iluminación de la calle y su tenue luz producía en las sombras de la noche una sensación de soledad en las calles vacías. El barrio se caracterizaba por sus calles de casas de planta baja, donde las puertas permanecían siempre abiertas a todo vecino que quisiera cruzarlas. Los pobres tocaban a la puerta para pedir un pedazo de pan y la gente del barrio, gente humilde,  les ofrecían lo poco que tenían, un plato del guiso que humeante en la cocina llenaba toda la casa con su aroma, eran tiempos donde el corazón podía a la mente. Y en ese barrio, en una casa, a las seis de la tarde un 30 de septiembre se reunieron varias mujeres y niños, ellas les contaban: ¡mirad al cielo que dentro de poco llegará la cigüeña y hay que verla llegar!, los niños en la puerta miraban y gritaban ¡ ya viene ya viene! al ver a lo lejos un gran pájaro que revoloteaba por la zona; en la casa, todos esperaban el desenlace y no se hizo de esperar, y ahí llegué yo a este mundo para empezar un camino hacia mi "LIBERTAD".

CAPÍTULO I - ALLÁ POR LOS 60

Corrían los años 60, en el barrio, las calles estaban de tierra y piedras, los niños jugaban  con el barro que se producía con la lluvia y corrían felices con sus amigos por unas calles donde la recogida de basura se producía individualmente y el basurero hacía su duro trabajo una por una de las viviendas de la zona para depositar posteriormente los residuos en la carreta que tirada por caballos era el medio de transporte hasta el basurero municipal, debajo del cubo de basura, los vecinos dejaban unas monedas que recibía el basurero por realizar su trabajo.
Al caer la noche el sereno se encargaba de ir encendiendo una por una las luces que en los aleros de los tejados y sujetas por un grueso listón sobresalían para iluminar la calle.